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jueves, 24 de diciembre de 2015

FUNDADOR DEL PROCESO

En el formato del núcleo aquel presente tenía la forma de la flor usada, quise meter algo de ruido para los silentes que miraban al mismo tiempo pero en el teatro del mundo estuve poco tiempo y a través de un caramillo veía bailar el agua.

En el muro de la sensación la rebeldía estaba creciendo y mis mejillas sin barbar ya eran nuevas y recién estrenadas sin la cara de insano de antes pero no con muy buena cara.

Antaño estuve siendo el mismo pero ahora tenía un remedo de distancia con los días y me gastaba en el tedio, sabía algo más ya pero no sabía nada nuevo.

Me desgastaba con nieve y sopor y también con juegos nuevos, la realidad aparente estaba manchada y curaba.

Después del tránsito de todo llegó el cloroformo del medio y luego aquello que se prefiere y es falso.

Durante la luna llena de la mirada la pelea con el interno ser me abrigaba, en el ayuno hallé la semejanza.

Siempre en la mitad de algo cadencioso y espectante hacía mi fervor del vino y de los gusanos que un día me habrían de tener a su merced.

Con todo el error no existía, era yo.

Lo que estaría, fue. La ceremonia de la improvisada risa brotante y borboteante no llegaba y la canción se empezaba a acelerar.

Entonces llegaron los recuerdos y eran distintos y todos ellos eran una cura, pero sin embargo no había razonamiento distinto y todo era entregado entre los somurmujos separados del tedioso cavilar y el celo.

Detrás de la combinación de palabras sentía que mi energía me requería y me llamaba, y mi destino era total y diferente, había llegado al país de los cinco sentidos que debían de ser vividos con los cinco sentidos, pero con el sexto.

Nunca más de una vez mi alma habló con la voz de la Verdad Propia y eso era así porque no podía ser de otra manera, pero en el mundo.

Conservé lo que era antes nunca nada y lo rectifiqué.

Esparcido el espacio nada había de lo que decía, sólo eran las entrañas muertas de un viejo dios que actuaban.

Perplejo en el mirar busqué lo que me sobrababa y en medio de la locura de no saber, supe.

Realidad infinita era una verdad ínfima.

El deseo era lo que era también sin ser el mismo, todo ello visto desde un nudo sin desenlace, inabarcable.

Pero lo que hablé de mi estaba ardiendo con los dos mensajeros mudos y la altonanza en el verdor, presencia de las voces.

Giro que dice la hora que dice adiós ahora, cada vez que es marcado.