Fuimos hormigas blancas cazadoras
y el rito de la camiseta,
las piezas de la fábrica
hacia la gran cantera,
el dique seco.
Vivíamos en casitas muy blancas,
ropa tendida entre las ventanas
sobre calles vacías
y el roce frío de las sábanas.
El viento silba contra las cigarras.
El mar descansa.
Nos debíamos el cielo de los cables,
la tormenta de calma en el exceso
y el vicio de la carne.
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